Un soldado, al encontrarse en el campamento de entrenamiento, salta de la cama antes del amanecer todas las mañanas para correr y hacer flexiones. Quizá no le guste, pero tiene que cumplirlo porque su oficial al mando se lo ha ordenado. Él soporta la incomodidad porque sabe que es parte inevitable de la vida militar. Por otro lado, un civil puede iniciar una rutina de ejercicio; sin embargo, al volverse difícil, si siente adoloridos sus músculos y su horario muy ajustado, ya no lo hará. Y si alguien le preguntara al respecto, quizá sólo encoja los hombros y responda: « Traté de ejercitarme, pero no funcionó para mí ». Algunos cristianos son así. Escuchan la palabra de fe y piensan: « Bien, lo intentaré ». Luego cuando vienen tiempos difíciles, se dan por vencidos. Pero no debería ser así. Después de todo, ¡no somos civiles, sino soldados! No intentamos vivir por fe, ¡ése es nuestro estilo de vida! Vivimos por fe, ya sea que resulte difícil o fácil. No la ponemos en práctica para ser bendecidos, sino porque estamos determinados a agradar a Jesús. Él es nuestro comandante en jefe, y en la Biblia se afirma que sin fe, es imposible agradarlo. Por supuesto, seremos bendecidos si vivimos por fe. Seremos sanados, libres y prósperos en toda área de nuestra vida porque Dios lo prometió. No obstante, ésa no debe ser nuestra motivación, sino servirle al Señor. Esto nos hace creer en Su Palabra, permanecer firmes en los momentos difíciles y soportar. Jeremías 41-42; Salmo 83 Ando y vivo por fe, de modo que pueda agradar a Dios (Hebreos 11:6).